Reseña de LUZ NEGRA de Pedro Berruezo y publicada por Ediciones Minotauro

Tiempo de lectura: 7 minutos

El delirio vampírico definitivo entre la literatura, el cine y el horror cósmico

Reseña de LUZ NEGRA de Pedro Berruezo y publicada por Ediciones Minotauro

Con LUZ NEGRA, publicada por Ediciones Minotauro en 2025, Pedro Berruezo –también conocido como John Tones– ha entregado una obra ambiciosa, compleja y única dentro del panorama de la literatura de terror contemporánea. Una novela que no solo honra sus múltiples influencias (de Bram Stoker a Lovecraft, pasando por Poe, Clive Barker o Herzog), sino que las fagocita para generar un objeto narrativo nuevo, transgresor y profundamente inquietante. Una obra que no se limita a homenajear, sino que se atreve a mutar los referentes, a ensuciarlos y devolverlos transformados en algo que, como el vampiro mismo, escapa a las categorías de lo humano y lo comprensible.

Desde sus primeras páginas, LUZ NEGRA presenta una propuesta narrativa que desafía la linealidad temporal, el encuadre genérico y las categorías ontológicas entre lo real y lo ficticio. En el corazón de la novela palpita un concepto magistral: la idea de que tanto DRÁCULA como NOSFERATU son más que ficciones literarias o cinematográficas; son portales. Pórticos esotéricos capaces de abrir grietas entre planos de realidad, de colapsar lo conocido y lo oculto, lo histórico y lo simbólico.

Este planteamiento ya resulta poderoso por sí mismo, pero Berruezo va más allá al atribuir una misión secreta y heroica a Florence Stoker, la viuda de Bram. En la realidad documentada, Florence luchó por los derechos de la obra de su marido, enfrentándose incluso judicialmente a los productores de NOSFERATU. En la ficción de Berruezo, esa lucha no es por derechos autorales, sino por la supervivencia misma del mundo: las copias de NOSFERATU deben ser destruidas porque contienen, literalmente, la semilla de una invasión interdimensional, la manifestación de un mal que se proyecta a través de la luz negra del celuloide.

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La estructura narrativa de LUZ NEGRA es deliberadamente caótica, lo cual será, sin duda, un reto para algunos lectores. No hay una cronología fija ni una voz única. El relato salta entre diferentes tiempos históricos, realidades paralelas y planos de existencia con una libertad que recuerda al propio diseño fractal del terror cósmico de Lovecraft. Y esa desorientación es parte de la experiencia: como un sueño febril o una alucinación inducida por visiones arcanas, la novela se despliega como un mosaico de fragmentos que el lector debe ensamblar, o simplemente aceptar como un flujo de conciencia mitológico.

Los personajes que pueblan esta mitología son tan numerosos como fascinantes: Bram Stoker y su ambigua relación con el actor Henry Irving; Florence Stoker, aquí transformada en una cazadora de horrores extradimensionales; Maria B. Hayden, médium histórica convertida en guía entre planos espirituales; el productor Albin Grau como un nuevo Renfield que canaliza la voluntad de lo innombrable; y ya en el presente, Bea y Lara, dos mujeres atrapadas entre la pasión cinéfila y el influjo de una maldición que arrastra consigo a toda la historia del cine de terror.

El cruce entre realidad y ficción es constante y voluntariamente motivado. Los personajes de la novela de Drácula —Jonathan y Mina Harker, el doctor Seward— aparecen en nuevas encarnaciones, y se confunden con sus dobles cinematográficos. El Conde Orlok y Drácula ya no son opuestos ni versiones: son reflejos superpuestos de una misma entidad. Como en el NOSFERATU de Herzog, los nombres bailan, se contaminan y se replican, generando una red simbólica que anula las diferencias y potencia la fusión.

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La apuesta estilística del autor es especialmente visible en las largas descripciones de criaturas, plagas, mutaciones y paisajes imposibles. Los horrores que habitan el texto no se presentan como sustos fugaces, sino como experiencias sensoriales completas. Hay pasajes que, como se ha dicho, detallan «innombrables genocidios entomológicos», «inundaciones que huelen a sangre podrida» o «informativos calculando olas de diez millones de patas de insectos». Berruezo no busca el golpe de efecto, sino la inmersión total en una atmósfera densa, alucinada, que se impone como una especie de trance.

Esta elección aleja la novela de lo cinematográfico, a pesar de que su contenido gire en torno al cine. Como ha declarado el propio autor, LUZ NEGRA no intenta imitar la cámara: intenta hacer lo que solo la palabra escrita puede lograr. Por eso la novela se resiste a una adaptación directa. Aunque se ha bromeado con que merecería una serie —como afirma Nacho Vigalondo en el prólogo—, el libro se sitúa en esa zona exclusiva de la literatura en la que la forma y el fondo se funden en una misma experiencia imposible de traducir.

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Uno de los aspectos más inteligentes de LUZ NEGRA es su tratamiento del «fanfiction», un concepto que Berruezo no rehúye sino que reivindica. ¿Qué otra cosa es, al fin y al cabo, NOSFERATU, sino una fanfiction sin autorización de Drácula? ¿Y qué son los Mitos de Cthulhu escritos por discípulos de Lovecraft sino una expansión apócrifa del horror original? La novela se asume como parte de esta genealogía, y lo hace con una honestidad creativa admirable.

Algunos pasajes incluso reescriben fragmentos de DRÁCULA en el estilo de Bram Stoker, recreando su sintaxis, su vocabulario y su tono epistolar. Otros adoptan la voz de un crítico de cine que podría estar escribiendo un ensayo sobre NOSFERATU, solo para desdibujar esa voz y convertirla en parte del mismo entramado ficticio. En esta ambigüedad reside otra de las virtudes del libro: su capacidad para ser, simultáneamente, narración, homenaje, crítica, reinvención y creación autónoma.

La sombra del ensayo está presente, pero nunca se impone. Hay capítulos en los que los personajes debaten sobre la historia del cine, sobre los simbolismos ocultos de Grau, o sobre la presencia de lo oculto en las artes visuales. Estos momentos podrían haber sido excesivos, pero Berruezo sabe contenerlos, integrarlos dentro de la trama y ofrecer así una lección implícita sobre cómo el conocimiento puede ser parte de la ficción sin que esta pierda su poder evocador.

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Si hay una influencia que vertebra LUZ NEGRA por completo es, sin duda, H.P. Lovecraft. No tanto en los tópicos reconocibles del horror cósmico (aunque los hay: entidades ancestrales, nombres impronunciables, pérdida de cordura…), sino en su concepción general del universo como un lugar caótico, ajeno y potencialmente letal para la razón humana. El vampiro que se filtra por las grietas de la película de 1922 ya no es un noble maldito ni un monstruo romántico. Es una manifestación física de un mal que trasciende el bien y el mal, el tiempo y el espacio, la imagen y la palabra.

Esta visión está en consonancia con la evolución del mito vampírico en las últimas décadas, donde las criaturas bebedoras de sangre han dejado de ser simples antagonistas para convertirse en figuras simbólicas que encarnan crisis más profundas: identidad, memoria, deseo, y ahora, en LUZ NEGRA, la mismísima percepción de la realidad. La novela no busca explicar, sino invocar. No intenta cerrar las tramas, sino abrir puertas. Es, en sí misma, un ritual.

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Para terminar, podemos afirmar que LUZ NEGRA no es una novela para todos los públicos. Su densidad estilística, su fragmentación narrativa y su carga simbólica pueden resultar abrumadoras. Algunos lectores —incluso los aficionados al terror— podrían encontrarla agotadora en su afán por describir lo indescriptible y por multiplicar los planos de sentido. Pero aquellos dispuestos a dejarse arrastrar por su corriente subterránea, a leer con más intuición que lógica, encontrarán en ella una de las experiencias más radicales, originales y profundamente literarias del género en años recientes.

Pedro Berruezo Ha conseguido una novela que, aun bebiendo de múltiples fuentes, posee una voz propia, poderosa y absolutamente memorable. Su amor por el cine de terror, por la literatura clásica y por la tradición esotérica se conjuga aquí con una visión contemporánea del horror, en la que el monstruo ya no necesita esconderse: vive en la imagen, en la palabra, en el propio acto de contar. Y nosotros, como lectores, somos parte del conjuro.

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Gracias a todos por haber llegado hasta aquí y leer mi opinión sobre la novela LUZ NEGRA de Pedro Berruezo. Me encantaría leer vuestros comentarios acerca de esta reseña y si tienes en el punto de mira esta obra. También me gustaría que mencionarais algunos títulos de novelas en las que se conjugue la metaficción de títulos clásicos de terror.

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Hasta aquí llega mi reseña de LUZ NEGRA, así que espero te animes a leerla porque si aúna todo lo que un lector del género de terror desea, revisitar las historias más influyentes generando una nueva novela que funciona inesperadamente bien. ¡Sed felices y como os recomiendo siempre, leed mucho! Nos vemos en la próxima reseña. ¡Hasta pronto!

 

NOTA FINAL: 4/5

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Ficha Técnica

 

Título: LUZ NEGRA

Título Original: LUZ NEGRA

Autor: Pedro Berruezo

Editorial: Ediciones Minotauro

Traducción: ***

Ilustración De Cubierta: Tomás Hijo

Género: Terror

Encuadernación: Rústica Con Solapas

ISBN: 9788445019917

Páginas: 369

Fecha De Publicación En Español: 05/02/2025

Fecha De Publicación Original: 05/02/2025

Precio En Papel: 18,95€ – Precio En Digital: 9,99€

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Sinopsis

Realidad y ficción se entremezclan, bañadas en una enigmática luz negra, tan oscura que parece un líquido espeso, en una trama que abarca varias eras clave de la humanidad. Todas ellas están marcadas por la amenaza de una entidad tan antigua como el propio universo, y que llega a nuestra realidad a través de objetos creados por los humanos. Uno de ellos es la novela Drácula, de Bram Stoker, cuya fama llega hasta la actualidad gracias a encarnaciones como la película muda Nosferatu, creada con intenciones ocultistas.

Esos son los ejes por los que se verán atravesados humanos muy distintos y de distintas épocas: la viuda de Bram Stoker, obsesionada con destruir todas las copias existentes de Nosferatu, que adaptó sin permiso la obra de su esposo; una experta en cine mudo que recibe el encargo de estudiar esa misma película y se ve absorbida por peligrosos elementos de la misma; Jonathan Harker, el primer invitado de Drácula, que tiene una experiencia fatídica en el castillo del vampiro; una médium victoriana de falsos poderes pero que comienza a tener contactos auténticos con el más allá; un agente antidisturbios en la actualidad que tiene un encuentro aterrador con las alimañas que viven en las entrañas de la ciudad…

En el pasado y en el presente, en las páginas de Drácula, en los fotogramas de Nosferatu y en diversas realidades, el mundo vuelve a estar amenazado por una presencia que se alimenta de las fantasías de los humanos.

 

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