Reseña de LOS QUE OYEN de Jordan Tannahill y publicada por Capitán Swing (2025) | Ep. 3×009 | «Un zumbido imperceptible desencadena una espiral de paranoia, fe y locura que no podrás dejar de leer.»

Tiempo de lectura: 5 minutos

 | Jordan Tannahill convierte lo cotidiano en un thriller existencial que te deja temblando de dudas. | 

Reseña de LOS QUE OYEN de Jordan Tannahill y publicada por Capitán Swing (2025) | Ep. 3×009

Es complicado, en el mundo literario en el que vivimos, llegar hasta una novela de la que anteriormente no habíamos conocido nada de ella, sobretodo con el bombardeo de información al que tenemos acceso todos los que amamos este universo. Y es aquí cuando aparece Jordan Tannahill y su novela LOS QUE OYEN, que acaba de publicar el sello Capitán Swing, una historia que desborda complejidad y ambición temática bajo la apariencia de un relato íntimo y personal. Lo que en un principio parece un ejercicio de realismo psicológico con tintes de thriller termina convirtiéndose en una exploración vertiginosa de los límites entre la percepción, la fe y la locura.

Claire Devon es la protagonista, una mujer de mediana edad cuya vida parece estar perfectamente orientada, dado que es profesora de secundaria, madre y esposa en un hogar residencial en la que se respira tranquilidad familiar. No obstante, una noche cualquiera, mientras está acostada al lado de su esposo, empieza a oír un zumbido constante. Esta modificación que parece insignificante es el detonante de un colapso personal y social gradual, una fisura imperceptible que se va ampliando hasta llevarla a otro nivel de la realidad.

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La novela presenta una estructura de memorias retrospectivas, lo que le otorga un carácter confesional y casi exculpatorio a la narración. Claire nos habla desde las primeras páginas con un tono que combina sinceridad y desconfianza hacia su propia historia. Esta ambivalencia resulta ciertamente hipnótica dado que, por un lado, nos acercamos a ella con la empatía que despierta quien lucha contra un fenómeno incomprensible, pero por el otro, no dejamos de preguntarnos hasta qué punto podemos fiarnos de su versión de los hechos.

Esta tensión es empleada magistralmente por Tannahill. Al no brindarnos una perspectiva externa que contrasta con la de Claire, nos encontramos atrapados en su subjetividad, forzados a vivir en un mundo mental que se descompone. Cada insomnio, cada incertidumbre y cada cambio ilógico se propaga. El efecto es claustrofóbico y percibimos que la lógica ordinaria se desvanece y da lugar a un estado de constante sospecha, donde todo podría ser verdad o no.

El primer indicio de alivio para Claire aparece cuando se da cuenta de que uno de sus estudiantes, Kyle, también escucha el sonido. La improbable conexión entre los dos se traduce en una especie de investigación detectivesca. Juntos recorren la ciudad buscando el origen del sonido, obsesionados, fatigados y cada vez más apartados del mundo que antes compartían. La relación se vuelve molesta y perturbadora, sobre todo porque Tannahill evita moralizarla o simplificarla, debido a la diferencia de edad y al hecho de que Claire está en una posición de autoridad. Hay ternura y dependencia, pero también un aire de transgresión que pone en riesgo a los dos.

Cuando descubren un grupo de personas que también oyen el zumbido, la historia adquiere un nuevo tono. Estas reuniones, a medio camino entre un grupo de apoyo y un secta incipiente, son algunos de los pasajes más vívidos de la novela. El autor nos presenta diálogos cargados de tensión, personajes tan excéntricos como verosímiles, un incremento de fervor que bascula entre lo científico, lo conspiranoico y lo místico. La dinámica de grupo, que se basa en esa mezcla de solidaridad, paranoia y hambre de sentido, está descrita con una precisión incómoda. Observamos cómo la necesidad de sentirnos comprendidos puede llevarnos a aceptar ideas cada vez más extremas, y cómo el alivio de pertenecer a un grupo puede hacernos ignorar el coste que esto conlleva.

En el contexto de la novela se establece un diálogo abierto con el presente, ya que asistimos a la difusión de teorías conspirativas, el crecimiento del pensamiento sectario, la desconfianza hacia los datos científicos y la potencia viral de la desinformación. Tannahill pone el foco en la psicología de quienes se aferran a creencias minoritarias aunque no para ridiculizarlos, sino para mostrar el vacío de comprensión y apoyo que suele preceder a esa desesperación de cualquier certeza.

Claire, que al principio se declaraba una atea convencida, va siendo poco a poco envuelta en un fervor casi religioso hacia el zumbido. Esta paradoja es el germen de uno de los ejes temáticos de la novela, que no es otro que acercarnos hacia la vulnerabilidad que en la que se sostienen nuestras creencias cuando algo inexplicable se presenta en nuestra vida. La obra establece un paralelismo implícito entre el sonido imperceptible para los demás y la noción de lo divino, ya que los dos requieren fe para ser aceptados, los dos gratifican a los que creen con pertenencia y propósito, y los dos excluyen a los que dudan. La pregunta que sobrevuela el texto es tan sencilla como inquietante: ¿creemos porque algo es real o algo se vuelve real porque creemos en ello?

Una de las facetas más sorprendentes del libro es la manera en que representa la respuesta del entorno de Claire. Su esposo, su hija y sus compañeros de trabajo y la marginan al no ser capaces de entenderla. Tannahill muestra de esta manera lo frágil que es nuestra aceptación social y que uno solo necesita desviarse un poco de la conducta esperada para ser expulsado del grupo. Esta reflexión, aunque no se enfatiza de manera explícita, tiene un gran eco en un mundo caracterizado por la ansiedad de encajar y el estigma relacionado con la salud mental.

La lectura se convierte, en última instancia, en un experimento sobre ciertas preguntas como ¿qué hacemos con quien percibe un mundo distinto? ¿Le creemos, aunque no podamos verificarlo? ¿O lo sacrificamos para conservar la coherencia del nuestro? La novela se niega a darnos respuestas, y ahí radica gran parte de su potencial.

Tannahill escribe con un estilo incisivo, repleto de oraciones que destilan ironía y un humor oscuro que suaviza, aunque no elimina, el desasosiego latente. La naturalidad de los diálogos, que fluyen con ritmo oral y comunican con precisión quirúrgica los matices de cada interacción, revela su experiencia como autor dramaturgo. 

El clímax de la novela, que se desarrolla en un hogar donde se reúnen «los que oyen», es una fuerza narrativa impresionante, una espiral de tensión que culmina en desesperación y violencia, redactada con un ritmo febril similar al flujo de conciencia. Es una escena tan trágica como inquietante, que sirve simultáneamente de desenlace lógico y de catarsis irrealizable.

LOS QUE OYEN es un libro que habla de lo que ocurre cuando la realidad se resquebraja y nadie está dispuesto a sostenernos en la caída y de cómo el deseo de ser comprendidos puede conducirnos tanto a la salvación como al abismo. Tannahill construye un relato ambiguo y polifónico que deja espacio para la duda, la sospecha y la reflexión. Su mayor logro es hacer llegar al lector que lo improbable resulte plausible, que lo absurdo resuene con verdad emocional. Cuando cerramos el libro, la pregunta que se quedará presente es: ¿y si tu mundo empezara a desmoronarse por un simple zumbido que nadie más puede oír?

NOTA FINAL: 4/5

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