Una joven amargada suplanta a su hermana gemela influencer tras su misteriosa muerte y descubre que el mundo de los likes es más oscuro de lo que jamás imaginó.
Un thriller retorcido sobre identidad, envidia y la pesadilla del culto a la fama…
Reseña de JULIE CHAN ESTÁ MUERTA de Liann Zhang y publicada por RBA Libros (2025) | Ep. 2×27
En un mundo dominado por la apariencia y el culto al yo digital, nos encontramos este mes de julio con la publicación de la novela JULIE CHAN ESTÁ MUERTA de Liann Zhang que podemos vislumbrar como una sátira tan aguda como descabellada. Supone el debut literario de la autora y no es para nada una lectura convencional, sino una experiencia desconcertante, desbordante de ironía, crítica social, y personajes que pasean a su alrededor y a veces cruzan los límites de lo moral y lo racional. Se trata de una novela que invita a un viaje frenético a través de los rincones más oscuros del deseo humano, el trauma y la adicción al espectáculo público.
La historia gira en torno a Julie Chan, una joven marcada por el abandono, la precariedad económica y el resentimiento hacia una hermana gemela, Chloe, cuya vida se desarrolla en el extremo opuesto del espectro social. Tras la muerte de sus padres, ambas fueron separadas: Chloe adoptada por una pareja blanca y adinerada, Julie relegada al cuidado de una tía abusiva. Mientras Chloe se transforma en una influencer famosa, modelo de éxito y riqueza digital, Julie sobrevive apenas como cajera en un supermercado, viendo desde la sombra cómo su hermana se convierte en una marca.
Todo cambia cuando Chloe muere de forma repentina y misteriosa. En un arrebato de desesperación mezclada con oportunismo, Julie asume su identidad. Se introduce en la vida de lujo y de apariencias de Chloe con una facilidad inquietante, impulsada tanto por su resentimiento acumulado como por una profunda necesidad de escapar de sí misma.
Uno de los aciertos más notables de esta novela es cómo trata la identidad como una construcción performativa. Julie, que ha consumido obsesivamente cada detalle de la vida pública de Chloe, tiene todas las herramientas necesarias para suplantarla: conoce sus gestos, su voz, su estilo. Pero conforme se hunde en ese papel, la línea entre la interpretación y la realidad comienza a borrarse. La transformación no es solo externa; Julie empieza a absorber también la mentalidad superficial, cruel y estratégica del mundo influencer, del que antes se burlaba.
Este desdoblamiento psicológico es uno de los elementos más interesantes de la narración. Julie no es una heroína clásica; es contradictoria, caprichosa, a veces cruel. Su carácter es tan ambiguo que resulta difícil saber si debemos admirarla por su valentía o repudiarla por su descaro. Y sin embargo, es justamente su complejidad lo que la convierte en un personaje magnético.
Lo que empieza como una especie de thriller psicológico con tintes satíricos, pronto muta en algo más radical. La segunda mitad del libro, ambientada en una isla privada donde se celebra un retiro de influencers, toma un giro totalmente inesperado: rituales extraños, mantras vacíos, una atmósfera sectaria y personajes que parecen salidos de una distopía al estilo de la película MIDSOMMAR. La isla se convierte en un microcosmos de lo absurdo, un espacio sin anclas a la realidad donde la lógica y la moralidad se suspenden.
Este cambio de tono no será del gusto de todos. La novela transita de lo mordaz a lo surreal con una osadía que descoloca. Este giro podría incluso leerse como un exceso innecesario, un caos sin propósito, aunque en nuestra perspectiva lo hemos disfrutado como una expansión brillante del comentario social que la autora propone. Porque sí: en su exageración, la historia nos dice mucho sobre el culto a la fama, el vacío del reconocimiento digital, y la deshumanización detrás de las pantallas.
Aunque el tono del libro es marcadamente satírico, no cae en la caricatura vacía. Hay una intención clara de desnudar los mecanismos de poder detrás del mundo influencer: las colaboraciones pagadas, las amistades por conveniencia, la manipulación emocional del público, y la rapidez con la que se olvida al caído. Julie pasa de espectadora resentida a protagonista de ese circo mediático, y en el proceso, experimenta una paradoja fascinante: al asumir la identidad de su hermana, no solo la traiciona, sino que también empieza a entenderla.
En este sentido, el libro comparte cierto ADN con novelas como AMARILLO de R.F. Kuang, BUNNY de Mona Awad, o incluso con la crítica velada a organizaciones del tipo de la cienciología. Las referencias no son explícitas, pero la atmósfera sí. Hay algo casi religioso en la forma en que estos personajes persiguen el estatus social: una fe ciega en que los likes, los seguidores y las colaboraciones pueden llenar vacíos existenciales profundos.
Pese a lo extravagante de la trama, o quizás precisamente por ello, la lectura resulta sorprendentemente adictiva. La estructura de capítulos cortos, dinámicos y cargados de cliffhangers mantiene un ritmo acelerado, ideal para quienes buscan una experiencia de lectura intensa. Hay algo hipnótico en cómo se despliegan los eventos: cada revelación es más absurda y más oscura que la anterior, y sin embargo, es imposible dejar de leer.
Muchos de los personajes secundarios, sobretodo los otros influencers, son deliberadamente irritantes, narcisistas o simplemente grotescos. Pero su inclusión no es gratuita: funcionan como vehículos de crítica a la banalización del éxito y a la transformación del individuo en producto. Incluso cuando se rozan los límites del ridículo, la sátira mantiene una intención clara.
Una de las críticas recurrentes que se le puede hacer al libro es su aparente falta de mensaje claro o de redención. No hay un aprendizaje obvio, una transformación ética del personaje principal, ni siquiera un cierre rotundo. Y sin embargo, esta ambigüedad parece ser parte del propósito. Julie no termina mejor persona, ni más sabia, ni más feliz. Solo termina distinta. Tal vez porque en un mundo tan artificial como el que habita, la coherencia emocional es un lujo imposible.
El libro no intenta enseñar una lección, sino que parece querer mostrar un espejo deformado, como esos que se ven en los parques de diversiones, donde el reflejo que devuelve exagera nuestras peores facetas, pero sin dejar de ser reconocible. ¿Hasta qué punto estamos todos recreando una actuación, creando versiones de nosotros mismos para el consumo público? ¿Llegaríamos tan lejos por un poco de reconocimiento, por escapar de nuestra realidad?
JULIE CHAN ESTÁ MUERTA no es una novela fácil de clasificar. ¿Es un thriller psicológico? ¿Una sátira sobre la cultura digital? ¿Una crítica al capitalismo y las relaciones familiares? ¿Un delirio colectivo con tintes de horror? Tal vez es todas esas cosas a la vez, o tal vez ninguna. Pero lo que es indiscutible es que se trata de una obra ambiciosa, que no teme arriesgarse ni desafiar las expectativas del lector, y siendo una novela debut, es altamente valorable y aún más sabiendo que consigue lo que se propone.
Es cierto que el cambio de tono entre las dos mitades puede resultar desconcertante, e incluso dividir opiniones. Pero también es parte de su encanto: este es un libro que se atreve a ser raro, a jugar con el absurdo, a incomodar. No busca gustar a todos; busca dejar huella. E insistimos, lo logra.
Para quienes disfrutan de personajes imperfectos, de tramas impredecibles, de sátiras feroces y de una buena dosis de locura literaria, esta novela es una apuesta refrescante y distinta. Puede que no te guste del todo. Puede que no la entiendas completamente. Pero lo más probable es que no puedas dejar de pensar en ella mucho después de haber pasado la última página.
NOTA FINAL: 4/5
Adquiere la novela AQUÍ