| Una autopsia del alma y de todo lo que dejamos atrás al crecer. |


Reseña de IT (ESO) de Stephen King y publicada por Penguin España (edición de 2017) | Ep. 3×021
Hace ya muchos años que leí por primera vez la novela IT de Stephen King, aunque cuando ya lo hice estaba contaminado por esas referencias clásicas de un payaso con un aspecto temible y la sangre que dejaban sus víctimas. Por ello siempre pensé que era una novela de terror. Pero cuando me decidí a leer el libro, pude descubrir un universo inmenso detrás de sus páginas que iba mucho más allá. Es cierto que hay terror, y es considerablemente bueno en ese aspecto, aunque también logré disfrutar de una historia de amistad, infancia, pérdida, memoria y la nostalgia agridulce con la que crecemos. Por ello, si crees que IT es una novela de terror te aproximarías tanto como pensar que MOBY DICK trata sobre la pesca de ballenas, que es técnicamente correcto pero absolutamente incompleto.
El centro de la historia es el Club de los Perdedores, siete niños que, en un verano interminable en Derry (Maine), se enfrentan a un mal antiguo que adopta la forma de lo que más les aterra. El monstruo normalmente se presenta como Pennywise, un payaso con globos que parece invisible para los demás. Pero además también sentiremos miedo de otros aspectos como son la violencia estructural de la sociedad, el miedo colectivo y la inacción de una sociedad que prefiere ignorar todo lo que sucede si no termina por afectarles a ellos.
Stephen King es capaz de combinar lo cotidiano con lo fantástico de forma que es imposible distinguir uno del otro. Las cloacas de Derry están tan vivas como sus habitantes, y en cada esquina de la ciudad parece haber una historia que permanece oculta, una tragedia no mencionada. No solamente en el ser que acecha a los niños se hace visible la maldad, sino también en las cicatrices que los adultos llevan sin admitir, la indiferencia, el racismo y el abuso doméstico. Y es por esto que IT es una novela que trata sobre un sistema despiadado, no menos que el payaso, y que devora almas, además del monstruo que se come a los niños.
La estructura narrativa es uno de los aspectos más destacados del libro, ya que el autor entrelaza dos líneas temporales. Por una parte estamos en el verano de 1958, cuando los protagonistas son niños, y por otro lado en el año 1985, cuando regresan a Derry como adultos para cumplir una promesa hecha con sangre, la de volver a reunirse si eso regresaba para combatirlo. El resultado es un juego constante entre pasado y presente, entre el miedo infantil y el escepticismo adulto. Es por eso que leer esta historia es como asomarse al espejo de una memoria débil, fraccionada, en la que entre la infancia y la madurez existen imágenes en las que hay algo que no cuadra del todo.
Ahora que con la llegada de la precuela en forma de serie de TV, IT, BIENVENIDOS A DERRY me he aventurado a leerla, y con una perspectiva algo más madura, he podido encontrar una historia de terror colosal, pero además, otras capas como reflexiones sobre la amistad y el paso del tiempo, y también un tratado sobre cómo el trauma infantil modela nuestra vida adulta. Los “Perdedores” no son héroes ni mártires, solo personas rotas que aprenden a sostenerse unas a otras. King los construye con tanto detalle que uno acaba teniéndolos tan cerca que parece que realmente los conoce. Sus protagonistas son Bill con su tartamudez y su culpa; Beverly, atrapada entre la ternura y la violencia; Ben, con su corazón enorme y su timidez; Richie, siempre escondido detrás de un chiste. Cada uno lleva dentro algo característico que lo define y a su vez lo condena.
Hay un detalle que me parece especialmente significativo, y es que el libro sugiere que solo los niños pueden derrotar a It porque aún conservan algo que los adultos pierden con los años. ¿Qué es? Se trata de la imaginación, la capacidad de creer, de ver lo invisible. Los adultos en Derry son ciegos, no porque no puedan ver, sino porque han olvidado cómo hacerlo. La novela parece decirnos que crecer es, en parte, un proceso de domesticación del miedo y de la fantasía, una renuncia a la magia interior que alguna vez tuvimos. Y quizá, cuando perdemos eso, también perdemos una parte esencial de nuestra humanidad.
Aunque claro, a nivel simbólico, IT también es una radiografía del mal. El autor nos recuerda que el verdadero horror no está solo en lo sobrenatural, sino también o incluso más en lo cotidiano. Asistimos a temas como la violencia familiar, el racismo soterrado, el abuso disfrazado de normalidad. Derry es una metáfora de cualquier sociedad que finge ser decente mientras esconde monstruos bajo el pavimento. Lo fascinante es que el autor lo hace desde la experiencia emocional ya que todo duele. Uno sale del libro con la sensación de haber vivido varias vidas, de haber sido niño y adulto al mismo tiempo.
La novela no está exenta de crítica negativa. Eso sí, solo centrada en la resolución del conflicto, algo ciertamente extendido en muchas de las obras del maestro del terror. Y es que es tan grande la historias y merece la matrícula de honor, es su final el que le resta a mi parecer el galardón final. No entraremos en detalles, pero es algo muy reconocible que a veces a Stephen King le cuesta resolver de un modo satisfactorio algunas obras de terror, algo que no le pasa con sus historias más dramáticas o sus últimas thrillers. Es posible que no sea sencillo cerrar un conflicto paranormal o de ficción terrorífica, pero lo que sí es cierto es que no se encuentra a la altura del resto de la novela.
Leer IT es enfrentarse también a la noción del tiempo. Los niños viven los veranos como si fueran eternos y los adultos, en cambio, apenas tienen tiempo para respirar. King logra capturar esa percepción dilatada de la infancia, cuando un día podía durar una eternidad y una amistad parecía suficiente para salvar el mundo. Y luego, inevitablemente, llega la madurez: el trabajo, el olvido, la pérdida. Pero Derry sigue ahí, esperando, como un recordatorio de todo lo que dejamos atrás y de todo lo que aún nos persigue.
Al cerrar el libro, uno no puede evitar pensar en esa frase que resuena a lo largo de la historia: “Lo que puedes hacer a los once años, rara vez puedes hacerlo de nuevo.” It habla de eso, de la fugacidad de la inocencia y del poder de los recuerdos. Habla de la necesidad de volver a ser niños para entender de qué estamos hechos realmente. Y aunque su extensión puede intimidar, la verdad es que al pasar la última página uno siente que no sobra ninguna.
IT no es solo una novela de horror, también es una de las historias más humanas que se han escrito sobre el miedo, la memoria y el paso del tiempo. Y quizá por eso, cada vez que la releo, me da un poco menos de miedo y un poco más de esperanza.
NOTA FINAL: 4/5

Adquiere la obra AQUÍ
Si te ha gustado esta entrada y quieres estar al tanto de otras reseñas y novedades relacionadas con la literatura de fantasía, terror y ciencia ficción, además de otros espacios de cultura afines como cómics y adaptaciones de cine/tv, síguenos en X (antes Twitter) y también en nuestra cuenta de Instagram haciendo click en las imágenes siguientes:


