CAZAFANTASMAS: IMPERIO HELADO, un desastre absoluto que glorifica aún más a Gozer el Gozeriano y a Vigo el Azote de los Cárpatos

Mi salida del cine en modo shock traumático delata la lamentable experiencia sufrida tras ver este horrendo largometraje, que ha tardado varias horas en disiparse para poder redactar esta reseña de una manera algo menos subjetiva.

Nuevamente somos testigos de una falta de ideas absoluta en el universo cinematográfico para poder hacerle llegar al espectador una historia que transmita, obligándose a recuperar clásicas y memorables sagas de los años 80 para destrozarlas despiadadamente, con el único afán de cubrir expediente, dejar la puerta abierta a nuevas entregas y seguir cobrando a final de mes.

En este caso, nos hemos visto abocados a una infantilización de la saga, con personajes principales menores de edad que son los que finalmente tienen la llave de la resolución de la historia. La sala de cine estaba llena de niños, por lo que es un hecho este objetivo por parte de los creadores de la película. Aunque de manera incoherente, hay alguna referencia en modo chiste con habitaciones BDSM que no encaja con lo expuesto anteriormente.

El nudo principal de esta historia se centra en la relación implícitamente romántica entre Phoebe Spengler y Melody, una fantasma de dieciséis años, junto con un orbe que contiene un dios demoníaco en busca de su liberación para conquistar el mundo.

Lo peor de la película es que no tiene casi nada positivo, es un sinsentido de apariciones espectrales que le hace perder valor a lo oscuro y fantástico, una sucesión de movimientos acelerados de cámara sin que esté sucediendo nada, una historia floja en desarrollo con un villano nada creíble y un guion tan pobre que está sujeto a contarte rápidamente los artilugios y aplicaciones de los dispositivos para justificar su funcionamento, los escasos momentos entre efectos especiales y un sinfín de bromas sin gracia.

Hay personajes incluso que si no aparecen no se echarían ni de menos, como Finn, el nieto mayor de Egon Spengler y su amiga Lucky, así como Podcast.

A todo ello hay que sumarle el insoportable papel que ejerce Paul Rudd como Gary Grooberson en el perfil de cabeza de familia. Ya me parecieron insufribles sus papeles protagonistas en las dos películas ANT-MAN y ya paso a tenerlo bloqueado para prescindir del visionado de cualquier largometraje en el que aparezca.
Hasta el nuevo alcalde, que era el concejal tocapelotas de la primera entrega, parece tan estúpido como lo era en la película original. Ni eso han conseguido lograr.

Y encima, los guiños a las dos entregas originales extraen completamente al espectador de la escasa historia que se intenta narrar.

Por otro lado, los dobladores tampoco ayudan a mejorar la película. En el caso del personaje de Ray Stantz, su voz solemne no se adecúa el perfil del papel interpretado y en el de Peter Venkman suena a anciano decrépito. Restan también los del chico llamado Podcast y el acento incorporado del maestro del fuego, que lleva toda su vida viviendo en la ciudad de Nueva York pero resulta que tiene acento marcado extranjero solo por su ascendencia racial.

En mi puntuación alcanza el 1 sobre 5 gracias a poder volver a escuchar la sirena clásica del coche y al gran trabajo de Dario Marianelli con la banda sonora, un desastroso homenaje de Jason Reitman a su padre, creador de la saga, en el 40ª aniversario del estreno de la primera entrega.

VALORACIÓN FINAL: 1/5