Reseña de GRUPO DE APOYO PARA FINAL GIRLS de Grady Hendrix y publicada por Ediciones Minotauro (2022) | «¿Qué pasa con la última chica en pie cuando se apagan las luces del slasher?»

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Grady Hendrix imagina la resaca del terror: trauma, paranoia y sangre fresca.

Reseña de GRUPO DE APOYO PARA FINAL GIRLS de Grady Hendrix y publicada por Ediciones Minotauro (2022)

El género de terror, y en particular el slasher, ha dado a la cultura popular algunas de las imágenes más reconocibles del cine: asesinos enmascarados, adolescentes perseguidos en fiestas o campamentos y, sobre todo, la figura de la denominada en inglés “final girl”, esa joven que sobrevive a la matanza y derrota al monstruo. Grady Hendrix, autor que se ha especializado en trasladar las convenciones del horror a escenarios inesperados, retoma este tropo para darle un giro peculiar en su novela GRUPO DE APOYO PARA FINAL GIRLS, publicada originalmente en julio de 2021 y que ha llegado a nuestro idioma en el verano de 2022 gracias a Ediciones Minotauro.

El punto de partida es tan ingenioso como evidente: ¿qué ocurriría con esas heroínas una vez que la cámara se apaga? ¿Cómo siguen con sus vidas después de haber visto morir a sus amigos, a sus familias y de haber escapado por poco de una masacre? Hendrix responde imaginando un grupo de terapia, al estilo de Alcohólicos Anónimos, en el que distintas mujeres que alguna vez fueron “la última superviviente” se reúnen para compartir experiencias y, de paso, intentar reconstruir una existencia marcada por el trauma.

La novela sitúa a varias de estas mujeres en Los Ángeles, años después de los hechos que las convirtieron en famosas sin quererlo. Cada una representa un eco de una saga cinematográfica reconocible ya que posee con guiños a HALLOWEEN, VIERNES 13 o PESADILLA EN ELM STREET, aunque Hendrix evita el plagio inventando sus propias franquicias ficticias. La gracia está en que los nombres de las protagonistas aluden a las actrices que dieron vida a aquellas “final girls” en las películas originales, un detalle que encantará a los más cinéfilos pero que puede resultar confuso para el lector ocasional.

La dinámica del grupo es uno de los grandes atractivos iniciales. Ver a estas mujeres comparando cicatrices emocionales, discutiendo sus paranoias y lidiando con la invisibilidad social que enfrentan décadas después de la tragedia, ofrece un retrato diferente de un arquetipo normalmente congelado en el último fotograma de un filme de terror.

La historia se centra en Lynette Tarkington, superviviente de una matanza ocurrida más de veinte años atrás. A diferencia de sus compañeras, Lynette no ha logrado reinsertarse en la normalidad: vive encerrada en un apartamento fortificado, organiza su vida con una meticulosidad obsesiva y mantiene como única compañía a una planta de interior a la que trata casi como a un ser vivo con personalidad propia.

Esta narradora poco fiable es tanto un acierto como una debilidad de la novela. Por un lado, Hendrix transmite con efectividad la ansiedad, la desconfianza y la paranoia de alguien que nunca superó el trauma. Por otro, el lector queda atrapado en una voz que podría ser difícil de empatizar. Al ser la única perspectiva disponible, la novela sacrifica la oportunidad de explorar con más matices las vidas del resto de integrantes del grupo, que a menudo se sienten simplemente esbozadas y no del todo desarrolladas.

Aunque la obra se promociona como horror, el lector podrá comprobar como se acerca más al thriller con tintes sangrientos que a una novela realmente aterradora. El formato escrito no permite reproducir los sobresaltos característicos del cine slasher, y Hendrix opta por construir tensión a través de giros narrativos, persecuciones y conspiraciones.

La trama se activa cuando una de las mujeres no acude a la reunión mensual del grupo. Pronto se descubre que alguien ha decidido eliminar sistemáticamente a las supervivientes, lo que obliga a Lynette a salir de su encierro y emprender una huida desesperada. La narración se vuelve entonces un juego de sospechas, persecuciones urbanas y enfrentamientos brutales, con escenas que rozan lo grotesco y lo paródico al mismo tiempo.

En este sentido, el libro funciona también como una reflexión sobre las bases de este tipo de género que, aunque homenajea a las películas que inspiraron estas historias pero también es capaz de evidenciar lo absurdo de muchas de sus características. Los asesinos implacables, la violencia desmedida y la explotación mediática del sufrimiento femenino aparecen aquí reflejados con un tono irónico y a veces crítico, sin perder del todo el sentido del espectáculo sangriento.

Uno de los detalles más característicos de la obra es la inclusión de elementos ficticios como recortes de prensa, reportajes médicos, y publicidad de sagas que no existen. Estos fragmentos, que aparecen entre capítulos, amplían el contexto y contribuyen a recrear un universo en el que las películas de terror son prácticamente documentales de delitos reales. Es una herramienta ingeniosa que proporciona dinamismo, aunque no siempre consigue definir la identidad de cada personaje, provocando cierta confusión en los primeros instantes de la lectura.

El ritmo, en general, es rápido, con abundancia de giros y momentos de acción, aunque es cierto que durante la mitad del libro sentí como si hubiera sido alargado innecesariamente, aunque en el último tercio mejora notablemente la acción, donde se combina clímax sangriento con resoluciones sorpresivas, logrando que la conclusión tenga la fuerza de un auténtico desenlace cinematográfico.

Más allá del puro entretenimiento, la novela intenta explorar varias cuestiones intrínsecas. La reivindicación feminista aparece en la revisión de estas mujeres como supervivientes y no como simples víctimas, también en la denuncia de cómo la cultura popular explota sus tragedias para generar franquicias lucrativas, y por último en la reflexión sobre los efectos a largo plazo de la violencia misógina propia del género slasher.

Sin embargo, no todos los lectores consideran que estos temas se desarrollen con la suficiente profundidad. Algunos sienten que el mensaje se queda en la superficie y que las protagonistas, salvo Lynette, aparecen como estereotipos más que como personajes tridimensionales. El resultado es una tensión entre la intención de crítica social y la necesidad de mantener la historia como un divertimento ágil y sangriento.

Pese a que no es la mejor obra del autor, sí que es destacable y se puede reconocer el carisma de Hendrix como narrador y su capacidad para mantener un estilo único dentro de la ficción de horror contemporáneo.

GRUPO DE APOYO PARA FINAL GIRLS confirma a Grady Hendrix como un autor capaz de encontrar ideas brillantes en la cultura popular y darles un giro literario. La novela no alcanza la agudeza de otras obras suyas como EL EXORCISMO DE MI MEJOR AMIGA y GUÍA DEL CLUB DE LECTURA PARA MATAR VAMPIROS,  aunque ofrece sobradamente un entretenimiento sólido para quienes disfrutan del slasher y quieren ver qué sucede después de los créditos finales.

Es, en definitiva, un homenaje con más sangre que susto, con personajes que podrían haber dado más de sí pero que encarnan con eficacia la obsesión cultural por las “final girls”.

Para el lector que busque terror puro y escalofriante, quizá resulte insuficiente. Para el que disfrute de las conexiones entre cine y literatura, de los experimentos narrativos y de los guiños a una mitología compartida por generaciones de aficionados, este libro puede ser una experiencia tan entretenida como perturbadora.

NOTA FINAL: 3/5

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