Se trata de la primera entrega de la bilogía Teixcalaán.
Reseña de UNA MEMORIA LLAMADA IMPERIO de Arkady Martine y publicada por Nocturna Ediciones
Cuando Mahit Dzmare llega al corazón palpitante del imperio Teixcalaanlí como embajadora de una estación minera diminuta pero orgullosamente autónoma, se encuentra con un enigma letal: su predecesor ha muerto en circunstancias que huelen a asesinato, y nadie parece sorprendido… ni interesado en evitar que ella corra el mismo destino. Rodeada por un imperio que transforma la poesía en política y la identidad en arma, Mahit deberá navegar un laberinto de intriga cortesana, ambición imperial y tecnología prohibida y todo mientras lucha por mantener su alma intacta en un mundo que no reconoce su existencia como real.
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La novela debut de Arkady Martine, UNA MEMORIA LLAMADA IMPERIO, no sólo se presenta como una historia de ciencia ficción de alta factura, sino como una obra que deja una huella profunda. El primer volumen de una bilogía de space opera ofrece una lectura que es tan intrigante como intelectualmente provocadora. En su núcleo, no sólo hay un misterio por resolver, sino también una meditación desgarradora sobre pertenencia, identidad y colonialismo.
La historia se centra en Mahit Dzmare, una joven embajadora procedente de la estación espacial Lsel, enviada al corazón del vasto imperio galáctico de Teixcalaan tras la muerte súbita de su predecesor. Su misión oficial: proteger la soberanía de su pueblo frente a la amenaza de anexión por parte del imperio. Su objetivo personal: entender qué ocurrió realmente con el embajador anterior, y, quizás, cumplir su sueño no declarado de ser parte del brillante y poético mundo teixcalaanli.
Desde su llegada a la capital imperial (una ciudad que literalmente abarca todo un planeta, donde los términos “ciudad”, “planeta” y “mundo” son sinónimos) Mahit se enfrenta al peso del imperialismo cultural en carne propia. Aunque domina la lengua y literatura del imperio, y ha internalizado su estética y lógica, descubre rápidamente que eso no basta. Para el imperio, ella sigue siendo una bárbara, un cuerpo extraño que sólo es tolerado si es útil. Esta exclusión se materializa simbólicamente en su falta de acceso a una red de información clave, reservada sólo para ciudadanos. “La ciudad no sabe que existes”, le dicen. Y ese comentario resuena a lo largo de toda la novela como una sentencia que define su experiencia de desplazamiento.
La ambientación que Martine construye en Teixcalaan es sutilmente deslumbrante. El imperio, con sus ecos de civilizaciones mesoamericanas, se muestra como una cultura refinada hasta en el arte del asesinato. Sus nombres estructurados, su organización social jerárquica, sus juegos políticos en verso: todo contribuye a un worldbuilding que se siente real, armónico, incluso hipnótico. Pero es justo ahí donde está el peligro. El lector, como Mahit, se ve seducido por esta belleza imperial, incluso mientras es testigo de su carácter destructivo.
Martine logra un equilibrio admirable entre la construcción del mundo y la intimidad de sus personajes. Mahit, Three Seagrass (una funcionaria imperial tan encantadora como ambigua) y Twelve Azalea (un médico atrevido con ideas propias) forman un trío que se siente humano, vulnerable y lleno de matices. Sus interacciones no son meramente funcionales para la trama, sino profundas y significativas. Hay química, tensión, camaradería, y un deseo compartido, aunque quizá nunca del todo alineado, de algo más grande que ellos mismos.
Uno de los aspectos más brillantes de la novela es cómo entrelaza lo personal y lo político. El asesinato del embajador anterior no es sólo un crimen: es el detonante de una red de intrigas palaciegas, crisis sucesorias, y maniobras imperiales que podrían cambiar el destino de civilizaciones enteras. En este sentido, la novela recuerda a los mejores ejemplos del género.
Y si bien no se trata de un thriller trepidante en el sentido tradicional, UNA MEMORIA LLAMADA IMPERIO logra capturar la atención de otra manera: no puedes dejar de leer porque cada página ofrece una nueva capa de complejidad, una nueva revelación cultural, un giro sutil en la dinámica de poder. La narrativa se toma su tiempo, sí, pero lo hace para sostener algo más duradero: una meditación sobre el alma del imperialismo y el costo de anhelar pertenecer a aquello que te margina.
El conflicto interno de Mahit, su amor por la cultura teixcalaanli y su conciencia del daño que esa cultura inflige, es el corazón palpitante de la historia. No es una heroína tradicional. No quiere destruir el imperio; quiere ser parte de él. Pero al intentarlo, se ve obligada a enfrentar una verdad incómoda: ese deseo no es inocente. Es el resultado de una maquinaria cultural diseñada para seducir y subyugar. Esta tensión entre seducción y horror es, como bien se ha dicho, “el veneno más eficaz del imperialismo”. La brillantez de Martine está en mostrar cómo esta contradicción puede anidar incluso dentro del alma más íntegra.
La tecnología central de Lsel, el Imago, algo así como una especie de memoria viva implantada que permite a una persona acceder a las experiencias de sus antecesores, añade una capa filosófica fascinante. En lugar de ser simplemente un truco narrativo, esta tecnología plantea preguntas sobre identidad, continuidad y el derecho a la memoria. ¿Quién tiene el derecho de recordar? ¿Y qué pasa cuando esa memoria es rota, como ocurre en las primeras páginas de la novela?
Es posible que, como yo, puedas encontrar el final algo ambiguo o éticamente inquietante, es justamente en esa falta de resolución donde UNA MEMORIA LLAMADA IMPERIO encuentra su fuerza. No hay respuestas fáciles, ni redenciones completas. Lo que hay es una conciencia cada vez más dolorosa, pero también más clara, de lo que significa habitar los márgenes. Mahit termina la novela sin un hogar claro, sin una pertenencia firme. Pero con algo aún más valioso: el conocimiento de lo que está en juego.
Arkady Martine, historiadora de formación, imprime en su novela una profundidad que rara vez se encuentra en una obra debut. Cada elemento incluido, tales como la política, la poesía, la tecnología, la psicología de los personajes, está situado ahí por una razón premeditada. Nada es accesorio. Nada es gratuito. La novela no es sólo entretenida, sino relevante. No sólo imagina el futuro, sino que dialoga con el presente: con el legado colonial, con el anhelo de asimilación, con la dificultad de existir entre mundos sin pertenecer del todo a ninguno.
En definitiva, UNA MEMORIA LLAMADA IMPERIO es mucho más que una novela de ciencia ficción. Es un espejo que refleja, distorsiona y revela nuestras propias luchas con la identidad, la pertenencia y el poder. Es un libro que te seduce con su elegancia y te golpea con sus verdades. Y cuando lo cierras, no te deja igual.
¿Es una lectura fácil? No. ¿Es una lectura valiosa? Absolutamente.
NOTA FINAL: 4/5
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