Grady Hendrix convierte la nostalgia ochentera en un escenario de horror y ternura a partes iguales.
Reseña de EL EXORCISMO DE MI MEJOR AMIGA de Grady Hendrix y publicada por Ediciones Minotauro (2022)
Tras la lectura que disfrutamos el año pasado con GUÍA DEL CLUB DE LECTURA PARA MATAR VAMPIROS (leer reseña aquí) de Grady Hendrix no podíamos dejar pasar la oportunidad de repetir con el autor estadounidense, que ha logrado con sus historias rejuvenecer el género con tanta vitalidad y personalidad que no resulta nada común dentro del escenario contemporáneo de la literatura de terror.
En esta ocasión nos acercamos a EL EXORCISMO DE MI MEJOR AMIGA, que fue inicialmente publicado en 2016 y en el que el autor estadounidense presenta una obra que, aunque se presenta como una historia de posesión demoníaca, esconde un vibrante retrato de la adolescencia, la amistad y la cultura de la década de los años ochenta.
La trama se lleva a cabo en Charleston, Carolina del Sur. Abby, junto a sus tres amigas más íntimas —Gretchen, Margaret y Glee— asisten a una institución educativa privada de marcada influencia religiosa. Al igual que muchos jóvenes, una noche optan por cuestionar las reglas familiares y experimentan con ácido. Lo que inicialmente parece un juego para jóvenes se transforma en un momento crucial: Gretchen desaparece de manera enigmática en el bosque y, al volver, ya no es la misma persona. Desde ese momento, Abby empieza a percibir en su mejor amiga cambios de personalidad ciertamente perturbadores como un empeoramiento en el aspecto físico, conductas violentas, falta de sueño y la percepción de estar a su lado por una presencia invisible. Nadie más parece percibir el peligro y, en medio de la incredulidad general, Abby se embarca en una lucha desesperada para salvar a Gretchen, incluso si eso significa enfrentarse a un exorcismo caótico que desafía tanto la lógica como las convenciones sociales.
A pesar de que el título podría sugerir una historia tradicional de posesiones, Hendrix opta por una táctica narrativa diferente. El miedo se forja de forma paulatina y de una manera más implícita. Inicialmente, el lector y Abby se cuestionan juntos si está realmente Gretchen poseída o simplemente su amistad se está debilitando? Esa incertidumbre mantiene la tensión durante gran parte del libro, creando un suspense que se intensifica hasta alcanzar un punto culminante que se vuelve tan absurdo como inquietante. El escritor no aspira a causar risas sencillas, sino a envolver al lector en un entorno de misterio donde lo cotidiano se altera paulatinamente.
Uno de los mayores logros de la obra literaria es el contexto en los años ochenta. En lugar de restringirse a un conjunto de alusiones nostálgicas, Hendrix reproduce con exactitud tanto el resplandor superficial de la era como sus sombras más sombrías. La obra literaria incorpora los patrones de la cultura pop —las melodías que definen cada capítulo, la estética de la moda, las referencias al cine y la televisión—, pero también expone los dilemas sociales de la época: la temor moral acerca de los juegos de rol, el temor al VIH/Sida, el incremento de las drogas, e incluso la carga de los prejuicios raciales y de clase en una sociedad caracterizada por el conservadurismo. La década aparece así como un escenario contradictorio: un mosaico de colores chillones y melodías pegadizas, atravesado por un trasfondo de violencia, represión y discriminación.
El detalle de denominar cada capítulo con el nombre de una canción famosa no es simplemente una broma hacia el lector, sino un instrumento narrativo que fortalece el ambiente del relato. Cada canción dialoga con los sucesos en la historia, como si toda la novela fuera un casete que suena en un walkman de adolescentes. Incluso hay una lista de canciones creada para acompañar la lectura, transformando la experiencia en un acto de inmersión que trasciende la página. Es un acto que, al igual que la edición asemejándose a una cinta de VHS, no es un artificio de cara a la galería, sino que ayuda a fortalecer la vinculación emocional con la trama.
La combinación que logra el autor con sus pausas de humor en medio de la oscuridad es ya plenamente propia del autor. Por ejemplo, las escenas del exorcismo, con un predicador extravagante que parece haber surgido de una serie mala televisiva y una Abby que, a pesar del absurdo de la situación, persiste en su firme deseo de rescatar a Gretchen, otorgan una personalidad propia a la trama que permite además disfrutar aún más con la narración, potenciando tanto el terror como la sátira.
Pero esta novela, que se presenta como dentro de un contexto sobrenatural de posesiones, destaca fundamentalmente por ser una historia de amistad. El vínculo existente entre Abby y Gretchen representa el núcleo fundamental del libro. Su conexión, establecida en la niñez y evaluada en la adolescencia, se transforma en una metáfora del paso hacia la madurez, con sus temores, deslealtades y fidelidades inalterables. Hendrix capta con delicadeza la fuerza de las relaciones adolescentes, en las que todo parece absoluto y definitivo, y consigue expresar tanto el cariño como la angustia de ver a un ser amado convertirse en alguien irrevocable. Finalmente, lo que queda no es el recuerdo del demonio, sino la demostración de la fuerza de la amistad para resistir incluso las fuerzas más sombrías.
Por otro lado, el libro contiene aspectos perturbadores que pueden ser complicados para algunos lectores: referencias al VIH/SIDA, violencia animal, drogas, suicidio y otros episodios que no minimizan su brutalidad. Hendrix aborda estos asuntos sin llegar a lo abiertamente ilógico, pero su presencia es incuestionable. Esta intensidad temática aporta a la complejidad de la historia, que no se restringe a manipular el terror sobrenatural, sino que lo fusiona con miedos muy auténticos y sociales.
Otro punto que merece ser destacado es la creación de los personajes secundarios. A pesar de que Abby y Gretchen son las protagonistas, los demás personajes, desde las amigas que se alejan hasta el extravagante exorcista Brother Lemon, añaden sus matices propios y contribuyen al retrato compartido de la adolescencia. Hendrix demuestra una notable habilidad para capturar el discurso, las inquietudes y los gestos de los jóvenes en esos años que algunos como yo rozamos.
La estructura de la narrativa, con su ritmo rápido, su avance progresivo y la prosa ágil ya característica del escritor estadounidense, transforma a la novela en un verdadero pasapáginas. El lector progresa con la misma combinación de atracción y temor que Abby siente al observar la transformación de su amiga. A pesar de que se podría pensar que el desenlace es precipitado, la verdad es que la resolución no pretende asombrar con golpes impresionantes, sino consolidar el núcleo emocional de la historia: la lealtad de Abby hacia Gretchen, incluso cuando todo el mundo parece desligarse de ella.
Finalmente, EL EXORCISMO DE MI MEJOR AMIGA puede interpretarse de múltiples maneras. Podemos verla como una narración de miedo sobrenatural, como una sátira cultural de la década de los ochenta, como un símbolo de la adolescencia y sus sufrimientos de desarrollo, o incluso como una crítica a la amistad entre mujeres. Su importancia reside en que opera en todos esos niveles al mismo tiempo, proporcionando una lectura entretenida, perturbadora, melancólica y dolorosa, todo al mismo tiempo.
Con esta novela, Hendrix demuestra su capacidad para modificar los patrones del género de terror. Sin embargo, sobre todo, nos hace recordar que las auténticas luchas contra los demonios, sean reales o ficticios, se desarrollan pocas veces en solitario. Abby y Gretchen encarnan esa verdad sustancial en la que, por encima de todo, la amistad representa un medio de resistencia.